¡Sorpresa!
Aquel crudo invierno; Julio, el rudo obrero de la fundidora, aceptó a Cristo como su Señor y Salvador. De inmediato se observó un cambio sorprendente en su manera de ser y de vivir. Ya no se le veía como el bravucón violento y mal hablado de siempre. De inmediato comenzó a asistir a la iglesia, y en pocas semanas tomó la decisión de bautizarce junto con su esposa quien también recibió a Cristo apenas unos días después de él. Aquel era un nuevo Julio, ahora era amable, atencioso con su familia y sus compañeros de trabajo y vecinos. No puede ser -musitaban algunos que le conocían; -este es otro Julio.
Su pastor se sentía agradecido de su participación activa y la de su familia en la iglesia, no faltaban a los dos cultos del domingo y entre semana apenas le afectaba en su asistencia y eso en muy contadas ocasiones el turno nocturno en el trabajo.
Su pastor daba gracias a Dios por éllos y se aseguró a sí mismo que intervendría de inmediato en su ayuda si lo veía flaquar alguna vez. Sin embargo; mientras siga así, -se decía a sí mismo- no necesita nada.
Una nueva gran bendición llegó a la iglesia: el hermano Rolando. Venía de otra iglesia. Era un creyente antíguo; de esos que saben bastante, que tienen experiencia, guerreros de mil batallas (casi todas perdidas, pero con muchas bajas en su record). Era como un sol a los ojos de Julio. De inmediato ganó su admiración. El caracter chispeante, el conocimiento, la amabilidad, y el empuje de Rolando; cautivaron al ahora dócil Julio..
Más pronto que rápido otros hermanos muy cercanos a Julio se unieron en un grupito al rededor de la personalidad arrolladora de Rolando. En un abrir y cerrar de ojos se había ganado la confianza, amistad, admiración y respeto de muchos en la iglesia. Y es que él pasaba mucho tiempo con ellos y los invitaba a comer a casa con sus familias después de los cultos.
El pastor estaba feliz, daba gracias porque todo estaba marchando muy bien. De cualquier manera se aseguraba que estaba listo para intervenir si algo fallara. Estaba listo para ayudar a quien lo necesitara, pero en este momento todo era bendición.
Nadie sabe exactamente en qué momento Rolando hizo notar algunos detalles insignificantes sobre la forma de ministrar del pastor. Por supuesto se trataba de una broma inocente y muy sutil, logrando que estallara la risa de todos los que se habían reunido en su casa y que estaban alrededor del asador de carnes repleto de todo tipo de suculentos asados y en medio del ambiente delicioso que produce el olor del humo de la carne y los chorizos cuando se están cocinando al carbón.
El pastor andaba muy ocupado en muchas actividades para el culto del siguiente domingo, contratando a los pintores del edificio y preparando la campaña evangelística de ancestral tradición para el primer semestre de cada año. Daba gracias a Dios de que todo estuviese marchando tan bién y volvía a comprometerse consigo mismo: si alguien comenzara a dar muestras de flaqueza entraría en acción de inmediato.
Lo que sigue de la historia no tiene nada de edificante. Resumo todo diciendo que tres meses después, Julioy sus amigos más cercanos, encabezados por Rolando, estaban exigiendo que el pastor se fuera de la iglesia en medio de la resistencia del mismo y de otro grupo que aún simpatizaba con él y no con Rolando. En esta ocasión el pastor reconoció que había llegado el momento de intervenir para ayudar a los miembros de su iglesia; solo que ahora era el menos indicado para hacerlo.
¿Qué sucedió aquí?
Dios produce la salvación y espera que los pastores estemos listos para entrenar a los nuevos creyentes para esta nueva vida en la que son integrados a una congregación. Un nuevo tipo de grupo con reglas diferentes . Se espera del pastor que sea un experto socializador y hábil lider entrenador del grupo a su custodia. Un recurso es el reforzamiento de la relación personal con ellos. Se da por sentada su intima relación con Dios.
¡Ojo! Los Rolandos no son una especie en peligro de extinción. Por el contrario; siempre se están multiplicando y están rolando de iglesia en iglesia buscando la estructura débil, carente de discípulos maduros que establezcan el equilibrio entre los nuevos y ellos para el buen funcionamiento de la congregación. Los Rolandos van buscando discípulos con falta de madurez de carácter en Cristo. Los «Rolandos» pueden olfatear cuando hay falta de lealtad, envidias y rencores encubiertos producto de la escasa comunión con los pastores y la dieta espiritual escasa que se limitan exclusivamente a los cultos.
Los pastores a veces están muy ocupados es cierto, pero como Marta: Sin darse cuenta, se enfrascan en muchas cosas que les impide trabajar personalmente, uno a uno con su gente, procurando concientemente formar relaciones estrechas y lazos de amistad sincera basados en la Bíblia con los miembros de su iglesia. Están dejándolo todo para cuando venga un problema (y ciertamente que vendrá) para darles una de dos cosas: enseñanza personalizada o disciplina.
El fin de la historia es: Rolando se fue a seguir rolando, Julio acabó en disciplina y cesó en su participación, nunca volvió a ser el mismo. Otros salieron de la iglesia siguiendo a Rolando quien después los desconoció, y el pastor aprendió que aunque toma mucho tiempo, la forma más segura de afirmar el verdadero crecimiento de la iglesia es invertir su propio tiempo en hacer discípulos.
Para esto sirve el discipulado.
El discipulado no es de ningúna manera una nueva forma de hacer el ministerio, sino por el contrario: la más antigua, la más bíblica, la más apegada al método del Señor y de los apóstoles.
Discípulos fue la base sobre la que se apoyó el crecimiento acelerado de la iglesia durante la era apostólica.
Lo que haz oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles, que sean idóneos para enseñar también a otros.
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