El hombre no mejora espiritualmente sino todo lo contrario. Desde su creación hasta el último día sobre la tierra.
La misericordia, fidelidad y longanimidad de Dios son constantes y sostienen la vida como la conocemos en el planeta.
El amor de Dios nos brinda la solución eterna a la constante de nuestra inclinación a la maldad y su justa condenación en el infierno.