El Cordero de Dios
Al día siguiente, Juan vio que Jesús venía hacia él y dijo: “Miren, él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Juan 1:29 (Palabra de Dios para Todos)
La historia de Israel estaba llena de corderos y los judíos estaban familiarizados con su uso en diferentes rituales. Tenían rituales donde usaban corderos como expiación por los pecados personales; en otros, ofrecían corderos como pago por los pecados del pueblo o como símbolo de salvación (De la esclavitud en Egipto). Miles de corderos habían sido sacrificados a todo lo largo de la historia de Israel en múltiples rituales y, sin embargo, ninguno de ellos fue capaz de quitar el pecado.
El pecado es la razón por la cual existe una barrera entre Dios y los hombres, y sus consecuencias son la muerte física y espiritual; el pecado produce condenación eterna y no puede ser pasado por alto por Dios. Dios, el juez justo, tiene que castigar el pecado cometido, y como tal, eso significaría la muerte de cada ser humano que ha existido en la historia de la humanidad (en otras palabras: ser excluidos eternamente de la presencia de Dios). Es por ello que en tiempos pasados Dios, con el fin de poder relacionarse con el pueblo de Israel, designó el uso de corderos como “chivos expiatorios”, es decir: como sustitutos de la muerte que el pecador debería sufrir por los pecados cometidos. No obstante, todos esos sacrificios eran simbólicos y nunca fueron capaces de acabar con el problema del pecado.
Esa incapacidad radicaba en el hecho de que no eran el sustituto adecuado: un hombre debería pagar por los pecados de otro hombre y ofrecer la vida justa y perfecta que todos debemos vivir para satisfacer las demandas de Dios.
Esto genera un nuevo problema, pues necesitaríamos un hombre que sea incapaz de pecar y eso es un atributo exclusivo de Dios; por lo tanto, era necesario una persona que fuera 100% hombre, para ser el sustituto adecuado, y 100% Dios, de forma que no peque y ofrezca por nosotros la justicia que debimos entregar a Dios.
Es por eso que Jesucristo no sólo es el Cordero que quita el pecado del mundo, sino, de hecho, es el “Unico” Cordero que puede quitar el pecado del mundo.
Cada decisión que Jesucristo tomó durante su vida terrenal para mantenerse fiel a Dios, cada vez que escogió el camino correcto en lugar de aquello más cómodo o conveniente para él, lo hizo para cumplir la voluntad de su Padre, de tal modo que fuese ese Cordero perfecto que expiara de una vez y para siempre el pecado de todos nosotros.
Jesucristo vivió y murió para obtener nuestra salvación por medio de su sacrificio a manera de un cordero. Él es la única esperanza de vida eterna que los pecadores tenemos para poder estar gozosos en la presencia de Dios más adelante.
¡Jesús Es El Cordero de Dios que quita los pecados del mundo!; no hay nada, ni nadie aparte de Él que lo haga.
¿En qué o en quién tienes tu esperanza puesta para quitar tus pecados?
Por Hno. Marco A. Cervera Piña.
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