¿Cómo Hacer Líderes?
Esta es una pregunta que aunque parece tener una respuesta sencilla, en la práctica, se complica.
Déjeme ilustrarle esta verdad con los siguientes casos que se han dado dentro de los diferentes formatos, que al menos alrededor mío, se aplican para la preparación del liderazgo eclesiástico.
Caso 1
Al Instituto.
Enrique. Siendo aún un joven soltero aceptó a Cristo como su Salvador durante una campaña evangelística; de inmediato se adhirió a la iglesia y comentó su deseo de servir al Señor. Sus características personales, llamaron la atención del pastor quien de inmediato lo comenzó a animar a involucrarse en los estudios del seminario. Capacitarlo para la predicación fue la meta que llenó la mente del pastor en ese momento.
Al fin el ansiado «Si» de Enrique brotó de sus labios y se matriculó en aquel Instituto. En tres años terminó los estudios y apenas unas semanas atrás recibió su diploma de aprovechamiento.
Enrique hace muy bien su papel en el púlpito, puede organizar el programa del culto, predica bien siguiendo una temática. A veces aparece su maestro de doctrinas en su estilo de predicar, pero se ve que pronto tendrá un estilo propio para referir las verdades de las Escrituras y sus aplicaciones. Muestra un conocimiento aceptable de la doctrina fundamental y de la Biblia en general al basar su prédica en los textos y dentro del marco de una sana doctrina. Verdaderamente ha aprovechado el tiempo. Sin embargo, en plática informal con él, pude apreciar que en sus cinco años de cristiano y de estudiante para el ministerio, no había hecho ningún discípulo, no tenía idea de cómo empezar y en todo caso esperaba que la gente viniera al culto a oírlo predicar.
A Enrique le falta capacitación para trabajar «Junto al pozo», «Al pie de un sicómoro», «En la mesa de un publicano, de un fariseo o tal vez: Cómo tratar con una mujer de dudosa reputación deshaciéndose en lágrimas de arrepentimiento frente a él. Enrique desgraciadamente había adquirido una lamentable dependencia durante su preparación en el seminario. Necesitaba desesperadamente el respaldo de un mueble. Todo el tiempo de sus estudios soñó con ese mueble, con las veces que le tocaría usarlo y su meta era pasar más y más tiempo en él. Ese mueble era: ¡EL PULPITO! la meta. La gente era… era lo que debía girar en torno al púlpito. Era como si el llamado del Señor hubiera sido “Vengan a mi y les daré un gran púlpito para que HAGAN TODO LO QUE TIENEN QUE HACER”. Enrique había aprendido que el trabajo del pastor se hace desde el púlpito de modo que lo que se hace fuera del púlpito quedó fuera de su alcance. Como nadie le enseñó a fabricar el púlpito espera que quien lo que involucró en esto se lo construya y entregue.
Enrique no sabe cómo construir púlpitos, ni trabajar con gente. Pero cuando intente hacer líderes…Seguirá los mismos pasos.
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