Cuando de invitaciones se trata, hay una frase chusca muy común entre nuestra gente: «Te invito, pero tú pagas». Si aceptas la invitación… ¡Prepara tu billetera! Chistoso ¿No? Bueno, no ocurre así (ni de broma), cuando Dios invita. Si Dios Invita, invariablemente paga. (¡Me gusta mucho eso!). Aplicado al discipulado