¡Dame Más!

Supongamos por un momento que después de ser recibido y abrazado por su padre, el hijo derrochador  (pródigo) hubiera dicho: Papá; vine a verte porque… porque; ¡Necesito más dinero! ¿Hubiera el padre respondido; hagamos una gran fiesta?

Seguramente que no; porque Jesús estaba enseñando centralmente sobre el arrepentimiento del pecador y el perdón amoroso de Dios con ésta parábola.

(Localice el pasaje Lucas 11:15-32 en su Biblia por favor)

Jesús comienza detallando las personas principales de esta parábola: Un padre y sus dos hijos. Y el asunto: La herencia.

El hijo menor, habla con su Padre (“ora”) y le dice…Padre; quiero ejercer el derecho que me corresponde por el simple hecho de ser tu hijo. Sé que parte de lo que tienes, debe ser mío y yo te pido que me lo des ahora.

El  padre accede positivamente. “Les repartió los bienes” (A ambos). El menor recibe su herencia y se va lejos. El mayor se queda en casa trabajando con su padre. El menor derrocha su herencia viviendo perdidamente hasta no quedarle nada.

Arruinado  y en muy mala situación recapacitó y pensó en…Volver a su padre; hablar nuevamente con él (orar). Reconocer ante él la naturaleza exacta de su falta. Expresarle cuan mal se siente por lo que ha hecho. Expresarle que se conforma con vivir como un criado bajo su techo porque habiendo malgastado lo que era suyo; ya no se consideraba digno de nada más. Estaba  dispuesto a pagar el precio y sufrir las consecuencias.

Hizo lo que pensó; y volvió a su padre. Y él respondió positivamente de nuevo. Lo vio venir de lejos y corrió hacia él para recibirlo. Estaba feliz de verlo a él y no del motivo que lo traía. Apenas comenzó a hablar (orar) el padre captó el sentido de lo que decía; y le interrumpió. Dio órdenes que seguramente sorprendieron y quebrantaron el corazón del hijo derrochador. ¡No podía creerlo!

Lo que conmovió al padre

Es que habló (oró) del modo que deseaba escuchar. Estaba buscando la comunión con su padre y no que su padre le diera más dinero. Así que el padre ordena una gran fiesta porque no hay mejor ocasión que una gran fiesta en la que se detiene toda actividad laboral para concentrarse uno en disfrutar de y con las personas asistentes. Todos los sentidos concentrados en disfrutar ¡Tremendo! La Biblia dice en el verso 24 “Comenzaron a regocijarse” un griterío como en la escuela a la hora del recreo Ja, ja.

Pero… supongamos por un momento que…

 

Después de ser recibido y abrazado por su padre, en vez de decir: padre he pecado…; el hijo derrochador hubiera dicho: Papá; vine a verte porque… porque ¡Necesito más dinero! ¿Hubiera sido igual la respuesta del padre? ¡Probablemente no! Porque aunque su padre siguiera siendo rico. Aunque de corazón quisiera dárselo porque lo amaba. Eso no iba a ayudarlo en nada sino al contrario. La solución a su problema no sería más dinero. Sino que su problema hubiera sido su manera de ser y de pensar.

 

Algunas consecuencias hubieran sido…

El vestido hubiera colgado en el ropero por un tiempo más. El joyero no hubiera realizado una buena venta ese día. El zapatero no habría vendido un buen par de sandalias finas y caras. Todo el gozo del encuentro  se habría esfumado. Y no hubiera habido fiesta porque… “aunque hubiera venido y orado a su padre, lo habría hecho con el motivo incorrecto” ¡No habría nada qué celebrar! Parece que El único beneficiado hubiera sido el  becerro gordo. Hubiera engordado y vivido un poco más. Ja, ja.

 

 

CONCLUSIONES:

 

Todos sabemos que la parábola no termina así; pero tristemente, así sucede; y muchas veces con nuestra manera de orar. Parece que dinero, cosas  y prosperidad material es lo único que se le puede pedir a Dios.                                                                                                                                      

 

No tenéis  lo que pedís porque pedís mal para gastar en nuestros deleites. Santiago 4:3

Cuando se es joven en Cristo; (y en un descuido, toda la vida) casi siempre comenzamos exigiendo que Dios cumpla con su responsabilidad de darnos lo que prometió. Pero no venimos a Él  arrepentidos del mal modo en que hemos gastado lo que ya hemos recibido: tiempo, salud, trabajo y el dinero que ya tenemos o tuvimos; sino que venimos por más. (De ahí se afianzan y engañan a miles los que dicen que si aceptas a Cristo “Paras de sufrir”) ¡Dame, dame, dame! Es la única oración que se nos ocurre.

Hay que ser niño o inmaduro para suponer que quien menospreció el cielo y la gloria que ahí tenía para hacerse hombre. Y estando entre los hombres se hizo pobre entre los pobres querrá darnos dinero como lo más importante. ¡Enfáticamente no! Porque no es dinero nuestra más grande necesidad. Nuestra gran necesidad es comunión, relación, amistad con Dios. Cuando la tenemos, gozamos de todo lo necesario porque Él se ha comprometido a proveernos día a día de lo necesario. (Tampoco nos promete en Cristo riquezas terrenales) Pero es imposible obtener de Dios lo que queremos cuando no buscamos a Dios porque es Dios y lo amamos; sino  con interés de lo que puede darnos.

Hay muchas otras cosas qué debemos pedir y que no son dinero y cosas. Dios está dispuesto a colmarnos de ellas con mano abierta; sin medida. Por ejemplo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y dominio propio. También debemos pedir… santidad, profundidad de conocimiento de Dios, pureza de corazón, integridad, lealtad, etc. Él quiere oír eso de nuestras bocas y está listo a darnos lo mejor y más gordo de ellas porque nos hacen mejores ciudadanos del reino celestial y eso es bueno en la tierra para sus planes. No como el dinero que puede acabar corrompiéndonos.

Pedir dinero y felicidad es petición típica de inmadurez espiritual.

¿Cómo y qué; ha está pidiendo de un tiempo acá? ¿Por qué no se olvida de pedir dinero, cosas y prosperidad material y comienza a pedirle a Dios lo que Él está listo para darle en abundancia?

Tal vez hay un vestido de lino blanco y fino, etiquetado con su nombre, que ha colgado del ropero de Dios por mucho tiempo. Quizás hay un anillo a su medida y con su nombre y  puede que también unas sandalias a su medida le están esperando. Quizás ha llegado la hora del becerro gordo de las bendiciones de Dios para usted, y habrá una gran fiesta en el cielo si usted se acerca hoy a Dios y simplemente no le dice: ¡Dame más dinero! Pero en cambio le dice: Señor: te amo y solo vine porque quiero estar cerca de ti.

Usted va descubrir que Dios ha sido siempre otro gran derrochador. Isaías 48:18-21 Malaquías 3:10 Hageo  2:18-23

Dios le bendiga. Pastor Verde

 

Puede descargar este bosquejo en PDF 

 

Si desea ver y descargar otros temas vaya a  la sección BOSQUEJOS

author avatar
Pastor Verde
Pastor Verde

0 Comments

No comments!

There are no comments yet, but you can be first to comment this article.

Leave reply

<

Descubre más desde Discipulados

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

× ¡Bendiciones! ¿Alguna pregunta?