El Poder del Discípulo

 

Al igual que con la oración, uno puede pensar que por hablar mucho Dios responderá mas rápido y más abundantemente, así al predicar mensajes evangelísticos, lo podemos hacer largamente, con palabras duras, gritadas a todo pulmón, rompiendo a puñetazos lo que se tenga enfrente -comenzando con el propio púlpito-, aventando la Biblia al suelo,  gritando en diez mil lenguas, convulsionando, cayendo, danzando, llorando, y diez mil dramatizaciones más, para que la gente se conmueva, impresione o asuste. Puede ser, pero difícilmente se convertirá más rápido. Quizás se conviertan al movimiento, pero ¡No a Cristo! Lo verdaderamente seguro  a la hora de predicar el evangelio, es haber incluido al menos los siguientes cinco elementos indispensables. Por cierto…  Al incluirlos no hará falta tanto alboroto.

El verdadero poder de los discípulos del Señor es usar «El Poder de Dios que es el Evangelio» Ro 1:16. Es decir: que Dios se hizo hombre en la persona de Jesús, que murió en la cruz para pagar el precio que exigía la justicia de Dios por los pecados de los hombres, que fue sepultado, pero que se levantó al tercer día de la tumba, y sus discípulos testificaron haberlo visto resucitado como en Hechos 10:41 donde Pedro dice: …Nosotros que comimos y bebimos con Él después que resucitó de los muertos. Ese mensaje es poderoso en sí mismo, sin la oratoria grandilocuente del predicador. Llevar fruto es para lo que fueron instituidos el mensajero y el mensaje Juan 15:16. Ese binomio bajo la dirección del Espíritu Santo, produce arrepentimiento, fe que salva y transforma las vidas de quienes lo reciben.

Para ser usados por Dios de esta manera hay al menos cinco elementos.

Primer elemento:  Llena tu mente con la Palabra de Dios.

Mientras más llenes tu mente de ella, más crecerá tu fe y se reforzará tu santidad. ¿Por qué?

Romanos 10:17:

Así que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios.

Juan 17.17

Santifícalos en tu verdad; tu Palabra es verdad. 

Ambas: -fe y santificación- son consecuencia natural de la Palabra de Dios en nuestra mente.

El verdadero predicador no lee la Biblia, no señor; la estudia, se hace preguntas, investiga, consulta. No porque le toca predicar o enseñar, sino porque debe satisfacer su propia hambre espiritual primero, antes que tratar de tratar de satisfacer el hambre espiritual de sus oyentes. Hay que satisfacer al espíritu en su hambre de la Palabra, del mismo modo en que se satisface el hambre del estómago.

Segundo elemento. Surge del primero. Créele a Dios ardientemente.

La fe no es producto del esfuerzo de la mente para creer algo. La fe no es autosugestión. Nada de eso. No somos los fabricantes de nuestra propia fe. La fe es primeramente un don de Dios y en segundo lugar un efecto del estudio de la Palabra, devoto, serio y sustentado en métodos de interpretación bíblica correctos, esto más la acción del Espíritu Santo que nos instruye. Cuando Dios te muestra algo, créelo ardientemente. No se puede hablar con poder de lo que no se cree realmente. Judas lo dijo en su verso 3 de este modo:

Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.

Solo podrán contender y testificar de modo ardiente, quienes crean ardientemente lo que Dios ha dicho o hecho. Los apóstoles testificaron de la verdad de Dios a costa de sus propias vidas, porque creían ardientemente.

Tercer elemento. Enfócate en Cristo.

Toda la Escritura es inspirada por Dios y cada parte de ella es para ser usada de manera efectiva en algún momento. Pero especialmente cuando de presentar el evangelio se trata, es indispensable concentrarse en Cristo. Juan el bautista se concentró en Él. así también los nuevos discípulos en Juan 1 se concentraron en presentarlo a Él. Pablo dijo que cuando predicaba no predicaba de otro que no fuera Cristo crucificado. El poder del mensaje es Cristo. Usa cualquier texto o pasaje, pero asegúrate  que enfoca hacia Él. Al final, antes de la invitación,  invariablemente habla de su muerte en la cruz, pero no olvides mencionar algún detalle de su resurrección.

Cuarto elemento. Asegúrate de la presencia del Espíritu Santo. Mientras predicas.

Testificar con la presencia del Espíritu Santo podría ilustrarse de este modo: Uno comienza leyendo un texto bíblico que enfoca hacia Cristo. Mientras lee, sale volando una espada invisible de dos filos -es la espada del Espíritu. Efesios 6: 17. ¡Va directo sobre los oyentes! ¡Comienza a penetrar en ellos hasta partir las coyunturas y los tuétanos! ¡Penetra hasta partir sus almas y espíritus, mientras discierne sus pensamientos y las intenciones de sus corazones! -El predicador ya está predicando-. –En tanto la espada continúa haciendo estragos- simultáneamente; muy dentro de ellos, escuchan el susurro de la voz del Espíritu de Dios que les dice: ¡Esta es la verdad! Eres pecador, arrepiéntete, ¡Huye de la condenación, ¡Viene el juicio! ¡Yo te amo! ¡Quiero salvarte! ¡Cristo ya pagó el precio de tus pecados! Hay solución a lo que estás temiendo, no pienses en eso, no dudes ahora, Hoy es el día de salvación, no endurezcas tu corazón, etc.   Todo lo que el predicador no sepa u omita en su discurso, lo dirá el Espíritu de Dios quien ha discernido los pensamientos y las intenciones de sus corazones.

Hebreos 4:11-13

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Juan 16:8

Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

Esta indispensable Persona de la trinidad, tiene que estar en medio de la actividad evangelística. Es Él, quien  salva y no nosotros. Es Él, quien gana las almas y no nosotros. Para asegurarnos de su presencia y acción durante nuestra exposición del evangelio necesitaremos mucha oración, súplica y lágrimas antes de la predicación. Ir sin él; mejor no ir.

Quinto elemento. De nuevo producto de la Palabra. Vive congruente con el mensaje.

El testimonio de una vida congruente con el mensaje es el testimonio de nuestra propia experiencia de andar con Dios. Santificados en su verdad Juan 17:17
El soporte de la verdad del mensaje de un predicador es su propia vida. Si su vida es un retrato hablado de lo que predica, el peso de sus palabras será como plomo. Será la evidencia física de verdades espirituales. Si su vida o su carácter no reflejan el mensaje, el peso de sus palabras será el mismo que el de las burbujas de jabón; se las llevará el viento por todos lados menos al corazón del pecador. Serán como muchas otras clases de palabras.

¡Ahora si!

¡Testifica! Con estos cinco elementos, ¡Testifica! Como viste y como dije, la preparación no fue espectacular. Mejor dicho fue íntima, secreta; pero durante la exposición del Evangelio puedes esperar que el poder de la gracia de Dios se derrame visiblemente y en abundancia. Y me refiero específicamente a almas arrepentidas y personas que se postran a los pies del Señor, en busca de perdón y salvación.

El verdadero poder de los discípulos es la predicación asistida por el Espíritu Santo. Su presencia como viento suave y apacible 1 Reyes 19:12 se dejará sentir en los corazones y el predicador podrá concentrarse más en el tema que en la dramatización del mismo.

Dios les bendiga.

Pastor Verde

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